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La “revolución del cuidado” está en marcha en América Latina

En la actualidad se estima que el mundo nunca paga unos 12.500 millones de horas de trabajo “apenas visible” desempeñado por mujeres.
Las trabajadoras a las que no pagamos ni vemos son abuelas, madres e hijas: las mujeres que cuidan a los niños, atienden a familiares enfermos y dan dignidad a las personas mayores.
Para realizar esta vital labor de cuidados, renuncian a empleos formales con sueldos.
“Nuestro sistema está diseñado como si las mujeres no hicieran el trabajo de cuidados, y eso nos obliga a elegir entre criar hijos o trabajar”, explicó Meredith Cortés Bravo, fundadora de una organización de base en Chile que apoya a estas mujeres.
Pero, en América Latina, esto está cambiando, así sea lentamente: se está gestando una “revolución del cuidado” que exige a gobiernos y empleadores que consideren reconocer, proteger y financiar el trabajo de cuidados.
“El cuidado es esencial para cada familia y cada comunidad. La revolución consiste en visibilizarlo, valorizarlo e invertir en él”, declaró a Noticias ONU María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible más rezagado
El Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible se reúne en la sede de la ONU en Nueva York para debatir el progreso, o la falta de él, hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados a nivel mundial.
Si bien el 18 % de los Objetivos está bien encaminado para 2030, la igualdad de género sigue siendo el objetivo más retrasado. Las leyes discriminatorias y las normas de género persisten en todo el mundo, y las mujeres dedican aproximadamente el doble de horas al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres.
“La igualdad de género no es un tema secundario. Es fundamental para la paz, la justicia, el desarrollo sostenible y la credibilidad del propio sistema multilateral”, dijo Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, en una sesión del foro esta semana.

Movimiento en curso
Antes de que comenzara la revolución, América Latina se enfrentaba a una crisis de cuidados durante la pandemia de COVID-19, apunta Vaeza. No había suficientes cuidados disponibles fuera del hogar para las personas enfermas, lo que obligó a la sociedad a reconocer que cuidar a otros es un trabajo.
“El trabajo de cuidados no remunerado es lo que mantiene la economía en marcha, pero es injusto porque es invisible, está infravalorado y carece de financiamiento. Debemos reconocerlo”, enfatizó Vaeza.
En América Latina, varios países trabajan activamente para rediseñar sus economías de cuidados, garantizando mayores protecciones e ingresos para las mujeres y los hombres que realizan este trabajo.
“El cambio más importante ha sido poner el cuidado en el centro de las políticas públicas, no solo en los debates académicos”, argumentó Virginia Gontijo, jefa de programa de ONU Mujeres en Brasil.
El trabajo rinde frutos
En Chile, uno de los sistemas de cuidados más ambiciosos de la región, ya se ofrecen servicios en 151 municipios, con el objetivo final de llegar a 75.000 personas en los próximos años.
ONU Mujeres trabaja con gobiernos y grupos de la sociedad civil para garantizar que estos nuevos sistemas, políticas y leyes estén diseñados por y para las personas cuidadoras.
Un sistema de cuidados en Brasil colaboró estrechamente con una red de activistas para capacitar a las personas cuidadoras en derechos laborales y promover el desarrollo profesional a largo plazo.
“Nunca sentí que mi trabajo fuera valorado, pero después de este proyecto, me siento mejor preparada para participar en debates políticos y hacer oír nuestra voz”, señaló Lucileide Mafra Reis, activista de trabajadoras del hogar en Brasil.
El cuidado como derecho humano
México y Perú han adoptado un enfoque más basado en los derechos para el cuidado, codificándolo como un derecho humano.
Si bien la comunidad internacional aún no ha otorgado una garantía similar, Vaeza afirmó que el marco de derechos humanos es excepcionalmente eficaz: restaura la dignidad y reconoce que el cuidado es una parte fundamental de la trayectoria vital humana, desde el nacimiento hasta la muerte.
“Si se dice que el cuidado es un derecho humano, significa que el gobierno y el Estado deben brindar apoyo”, acotó Vaeza.
Es igualmente importante que los empleadores protejan el derecho de las mujeres a realizar tareas de cuidado, indicó Aideé Zamorano González, madre fundadora de Mamá Godin, una organización en México que evalúa el impacto de las políticas de cuidado en las mujeres.
Esto implica garantizar que los lugares de trabajo cuenten con políticas que apoyen a las madres como trabajadoras, lo que supone, entre otras medidas, horarios que les permitan dejar a sus hijos en la escuela.
Para ella, este tipo de políticas son cruciales para los derechos de las mujeres, en particular para su libertad y autonomía.
“Tienes que ser capaz de gobernar tu vida”, dijo Zamorano González.
Sin embargo, más allá de la autonomía, también se trata de seguridad. Si una mujer puede generar su propio ingreso, y por lo tanto, tomar sus propias decisiones, puede abandonar relaciones abusivas y evitar la explotación económica.
“Cualquier otro tipo de violencia depende del poder económico que se tenga. Si se tiene la capacidad de tomar las propias decisiones y gestionar el dinero, se está más seguro”, añadió Zamorano González.
Una inversión
Los cambios en las clasificaciones legales y el apoyo gubernamental al trabajo de cuidados no solo benefician a quienes los cuidan, sino que también promueven el crecimiento económico en todas las sociedades.
“[El cuidado] es una inversión, una inversión estratégica para la justicia social, la igualdad de género y el desarrollo sostenible”, aseveró Vaeza.
De acuerdo con ese planteamiento, destinar fondos gubernamentales a pagar a quienes cuidan triplicará la inversión, tanto al aumentar su poder adquisitivo como al generar ingresos fiscales.
En Chile y Colombia, los nuevos sistemas de cuidados contribuyen con un 25,6% y un 19,6% a sus PIB nacionales respectivamente, según ONU Mujeres.
“Al invertir en una organización de mujeres, se fortalece una red viva, un árbol con muchas ramas que llega a lugares donde ninguna oficina o programa institucional podría llegar”, abundó Bravo.
Exportar la revolución
El progreso de América Latina en materia de cuidados es un modelo para otras regiones del mundo y demuestra la importancia de cambiar los marcos legales para las mujeres y las niñas, sostuvo Vaeza.
“Es fundamental que esta revolución se exporte. Es una inversión estratégica”, insistió.
Mientras la revolución continúa, Zamorano González subrayó la importancia del empoderamiento económico de las mujeres como medio para proteger sus propios derechos, incluso cuando las leyes y las políticas son insuficientes.
“Vivimos en el capitalismo, así que mientras cambiamos el sistema, sigamos el juego. Consigamos nuestros propios medios para alcanzar la libertad”, recalcó.