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Sembrando el empoderamiento: las mujeres agricultoras en Perú luchan contra el cambio climático

Ácora, ubicada en el extremo sureste de Perú, a casi 3800 kilómetros sobre el nivel del mar, es una de las regiones peruanas más afectadas por el cambio climático, que ha puesto en peligro la producción de cultivos y la biodiversidad, además de agravar la inseguridad alimentaria.
"Antes no era así, el clima ha cambiado mucho", afirma Pascuala Pari, responsable de la Asociación Sumaq Chuyma de Ácora.
En todo el mundo, las agricultoras como Pari están trabajando incansablemente para asegurar sus medios de vida a pesar de una situación climática cada vez más severa.
"Las mujeres, en particular, soportan la carga de la inseguridad alimentaria como cuidadoras tradicionales, que se intensifica durante las crisis climáticas", afirmó el lunes Bochola Sara Arero, representante de la juventud del Foro Mundial de la Alimentación, en un evento paralelo durante el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible.

Objetivos cruzados
El foro en Nueva York ha sido convocado para discutir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados en 2015 para promover el desarrollo global para las generaciones actuales y futuras.
Dado que solo el 18% de estos objetivos están en camino de cumplirse para 2030, el Secretario General, António Guterres, ha pedido que se tomen medidas urgentes y que se impulse el multilateralismo para abordar esta brecha.
Guterres también señaló que este foro es una oportunidad única para discutir la confluencia entre varios objetivos, incluida la intersección entre la igualdad de género y el cambio climático.

Un clima bipolar
El año pasado, en Ácora, lidiar con un clima que oscilaba entre la sequía y las lluvias torrenciales era casi imposible para las mujeres que dependían de la tierra.
Los cultivos no crecían y la biodiversidad estaba amenazada. En un país donde 17,6 millones de personas ya sufren inseguridad alimentaria, esta doble amenaza tiene el potencial de causar estragos en los medios de subsistencia.
En respuesta, Pari y otras mujeres de Ácora formaron bancos de semillas. Organizaciones como los bancos de semillas no solo preservan la biodiversidad agrícola autóctona, sino que ayudan a mantener los medios de vida de las mujeres de la región.
"Nuestros cultivos estaban en peligro de extinción, pero ahora la gente está cosechando de nuevo y estamos cambiando eso", dijo Fanny Ninaraqui, lideresa de la Asociación Ayrumas Carumas.
Las semillas que no se plantan se pueden intercambiar con otros propietarios de bancos de semillas. Hasta ahora se han conservado más de 125 variedades de cultivos nativos en toda la región.
"Estoy contenta con mi pequeño banco de semillas (...) Ahora tengo todo tipo de quinoa: negra, roja, blanca. Esto me apoya económicamente porque conservo y vendo mis productos en los mercados locales", explicó Pari.

Falta protección para los derechos de las mujeres a la tierra
Además de los desafíos climáticos, las agricultoras se enfrentan a la falta de derechos legales. Específicamente, a menudo carecen de títulos de propiedad de sus tierras.
Según el Informe sobre Desarrollo Sostenible del Secretario General, publicado el lunes, el 58% de los países con datos disponibles carecían de suficiente protección para los derechos de las mujeres sobre la tierra.
"Los derechos de las mujeres a la tierra son fundamentales para la voz y la agencia de las mujeres, sus medios de vida, su bienestar y su resiliencia, así como para obtener resultados de desarrollo más amplios", apuntó Seemin Qayum, asesora de políticas de ONU Mujeres.
El informe también subrayó que menos de la mitad de las mujeres tienen derechos seguros a la tierra, y que los hombres tienen el doble de probabilidades de tener títulos de propiedad y otros derechos de propiedad protegidos.
Los expertos afirman que las protecciones legales insuficientes no solo tienen un impacto negativo en los resultados económicos de las mujeres, sino que también dejan de lado sus necesidades y sus voces en la formulación de políticas. Por lo tanto, es esencial instituir protecciones legales que las reconozcan formalmente como agricultoras.
"Cuando se te reconoce como agricultora, tienes a tu disposición un mundo de posibilidades, un mundo de recursos, oportunidades de representación y derechos. Las puertas se abren", dijo Carol Boudreaux, directora senior de Programas de Tierras de Landesa.

Más allá de las protecciones legales
Si bien los derechos legales a la tierra son esenciales, no son suficientes por sí solos para empoderar a las mujeres rurales.
"También se necesitan iniciativas destinadas a cambiar las normas e instituciones sociales discriminatorias", subrayó Clara Park, oficial superior de género de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Las mujeres de Ácora reconocen que no es solo el cambio climático el que está afectando negativamente a sus medios de vida, sino que también están lidiando con normas sociales desiguales.
"Cuando eres joven y eres mujer, siempre hay alguien que trata de limitar tu progreso", sostuvo Ninaraqui.
En Ácora, organizaciones internacionales y de la sociedad civil, incluido el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), han trabajado para ayudar a las mujeres a establecer sus bancos de semillas y garantizar que estas mujeres tengan la capacidad de gestionarlos a largo plazo.
"Puedo liderar, puedo enseñar lo que he aprendido, ahora siento que tengo esta capacidad", aseveró Pari.
Conocimiento intergeneracional
Mujeres como Pari y Ninaraqui forman parte de la comunidad indígena aymara de Ácora. Para ellas, los bancos de semillas son una forma de innovación que les permite aprovechar el conocimiento indígena sobre la biodiversidad agrícola.
"Estamos recuperando las semillas de la época de nuestras abuelas", precisó Pari.
Y mientras guardan estas semillas, Pari afirma que también están pensando en el futuro.
"Hoy les diría a más mujeres que sigan adelante, que no se desanimen por lo que piensen los demás y que tomen la iniciativa como yo lo hice", zanjó Pari.