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De miles de millones a billones: El verdadero coste de las catástrofes es diez veces más alto de lo que se creía

Comunidades de Vietnam reciben de la ONU suministros de agua, saneamiento e higiene que salvan vidas tras el paso de un tifón por el país.
© UNICEF/Do Khuong Duy
Comunidades de Vietnam reciben de la ONU suministros de agua, saneamiento e higiene que salvan vidas tras el paso de un tifón por el país.
Las catástrofes son cada vez más caras y sus efectos se subestiman. La carga de este coste -y la deuda que genera- recae desproporcionadamente en los países en desarrollo.

El Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres (GAR) 2025 pone de relieve que los costes directos de las catástrofes han aumentado hasta aproximadamente 202.000 millones de dólares anuales, pero su coste real supera los 2,3 billones de dólares si se tienen en cuenta los gastos en cascada y el daño a los ecosistemas.

Jenty Kirsch-Wood, experta de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) explicó: “Hemos estado subestimando e inframidendo crónicamente el impacto de los desastres en nuestro sistema global y en el progreso hacia el desarrollo sostenible.”

El informe, titulado "La resiliencia es rentable: Financiar e invertir para nuestro futuro", demuestra que los costes seguirán aumentando a medida que empeore la crisis climática.

Además, los desastres climáticos han aumentado en su frecuencia. Una persona nacida en 1990 tiene un 63% de probabilidades de sufrir una inundación catastrófica en su vida. Para un niño nacido en 2025, esa probabilidad se eleva al 86%.

«Estos fenómenos nos afectan a todos», afirma Kirsch-Wood.

El coste de los fenómenos meteorológicos extremos no se mide únicamente en infraestructuras destruidas, sino también en años perdidos de salud, educación y oportunidades.

Los más vulnerales, los más afectados

La carga de este coste -y la deuda que genera- recae desproporcionadamente en los países en desarrollo.

Por ejemplo, en 2023, América del Norte fue la región más expuesta económicamente a las catástrofes, con 69.570 millones de dólares en pérdidas directas; sin embargo, éstas representaban una parte relativamente modesta (0,23%) del PIB. Micronesia, por su parte, sufrió una fracción de estas pérdidas netas -sólo 4300 millones de dólares- con un impacto relativo mucho mayor (46,1%) en su PIB subregional.

Respuesta humanitaria insostenible

La atención sanitaria, la educación y el empleo se ven cada vez más perturbados por las emergencias, lo que aumenta la deuda nacional y ralentiza la recuperación, sobre todo en los países ya vulnerables.

Esto ha contribuido a «una respuesta humanitaria insostenible e insoportable», añadió Kirsch-Wood, mientras los países se enfrentan a crisis climáticas cada vez más frecuentes y graves.

Devastación causada por el Huracán Irma en Antigua y Barbuda en 2017.
UN Photo/Rick Bajornas
Devastación causada por el Huracán Irma en Antigua y Barbuda en 2017.

Las pérdidas se han duplicado

Según el UNDRR, las pérdidas financieras por catástrofes se han duplicado en las dos últimas décadas.

El nuevo informe de la agencia expone cómo la comunidad internacional puede colaborar para realizar inversiones sostenibles que aumenten la resiliencia ante futuros desastres y alivien la presión sobre las finanzas públicas.

Kirsch-Wood subrayó que la mayor parte de los daños causados por fenómenos climáticos pueden prevenirse.

El reto que tenemos por delante, dijo, es «alinear mejor nuestros sistemas de financiación» y «utilizar la inversión pública y privada para asegurarnos de que estamos reduciendo de forma óptima la carga de los gobiernos».

Desplazados

El documento describe cómo los efectos del aumento de los costes de las catástrofes ya se dejan sentir en todo el mundo, desde la aparición de zonas consideradas demasiado arriesgadas para que las aseguradoras las cubran, hasta el aumento de las deudas nacionales y las crisis humanitarias recurrentes.

Casi 240 millones de personas fueron desplazadas internamente por desastres entre 2014 y 2023.

China y Filipinas informaron de más de 40 millones de desplazados cada una, mientras que India, Bangladesh y Pakistán registraron cifras de entre 10 y 30 millones.

Sin embargo, el documento también presenta estudios de casos y recomendaciones políticas sobre cómo las inversiones en resiliencia pueden ayudar a detener el creciente coste económico de las catástrofes, reducir las necesidades humanitarias y hacer aún más eficaces los escasos recursos de ayuda internacional.

Doble inversión sistemática

"Una inversión sistemática y mayor en la reducción del riesgo de desastres y la resiliencia no sólo puede detener estas tendencias, sino también invertirlas", declaró Kamal Kishore, responsalbe de UNDRR.

Y puso como ejemplo que "cuando las comunidades ribereñas tienen acceso a herramientas científicas para planificar el uso de sus tierras, cuando disponen de recursos para construir sistemas de protección contra las inundaciones y cuando cuentan con sistemas de alerta temprana, no sólo reducen los daños y las pérdidas por inundaciones, sino que también crean las condiciones para la prosperidad y el crecimiento sostenible de sus comunidades".

La cooperación internacional sigue siendo una laguna crítica. A pesar del aumento de la asistencia técnica, sólo 17 países en todo el mundo informaron haber recibido apoyo financiero dedicado a la RRD en 2023. Este déficit de financiación deja a los países en desarrollo mal equipados para prevenir, responder y recuperarse de los desastres.

El informe pide un cambio en las prioridades de inversión mundial para invertir lo que denomina «una espiral destructiva de desastres, deuda y subdesarrollo». Insta a los países y a los inversores a integrar la resiliencia en todos los niveles de la planificación del desarrollo, señalando que cada dólar invertido en la reducción del riesgo puede producir rendimientos económicos y humanitarios mucho mayores.

Imágenes de drones muestran las secuelas del ciclón Dikeledi, que azotó la provincia mozambiqueña de Nampula en marzo de 2025.
© UNICEF/Claudio Fauvrelle
Imágenes de drones muestran las secuelas del ciclón Dikeledi, que azotó la provincia mozambiqueña de Nampula en marzo de 2025.

América Latina enfrenta un aumento del riesgo pero no invierte

América Latina y el Caribe es cada vez más vulnerables a la escalada del impacto de los desastres, pero sigue careciendo de fondos suficientes para aumentar su resiliencia, según el informe.

La región ha sido testigo de crecientes pérdidas económicas y humanas debidas a desastres exacerbados por el cambio climático, la urbanización y la degradación medioambiental. Los desastres pequeños y recurrentes -en particular inundaciones localizadas, deslizamientos de tierra y tormentas- están demostrando ser los más perjudiciales económicamente en países como Colombia, donde han costado más de 1000 millones de dólares entre 2000 y 2023, a pesar de atraer poca atención mediática o política.

«América Latina está lidiando con una carga oculta de desastres», señala el informe, que destaca cómo la mayor parte de los desastres regionales afectan a comunidades rurales y urbanas marginadas, agravando la desigualdad y los retrocesos en el desarrollo. Aunque estos sucesos suelen afectar a menos de 330 personas cada uno, su elevada frecuencia y escasa visibilidad los convierten en devastadores desde el punto de vista económico y social.

Mientras tanto, el Caribe se enfrenta a crecientes peligros medioambientales como la proliferación de algas, sobre todo del alga Sargassum, que ha dañado los ecosistemas marinos y perturbado las industrias pesquera y turística. A pesar de su importante coste económico, estas amenazas localizadas suelen quedar excluidas de los modelos globales de catástrofes y no se informa lo suficiente sobre ellas, advierte la ONU.

«América Latina y el Caribe están en primera línea de los riesgos agravados», concluye el informe. «La estabilidad y prosperidad futuras de la región dependerán de las decisiones que se tomen hoy para priorizar la resiliencia sobre el gasto reactivo».

Las conclusiones del informe son especialmente relevantes de cara a la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, y hablan de opciones específicas para mejorar la financiación multilateral con el fin de proteger mejor a las economías en desarrollo más pequeñas. El informe también muestra cómo el sector privado puede desempeñar un papel clave a la hora de reducir los daños económicos de las catástrofes y colmar el déficit de protección que deja a muchos países sumidos en una espiral cada vez más grave de catástrofes repetidas.